••Narra Charlotte••

Dos días. Cuarenta y ocho horas de reposo forzado en la cama más cómoda del mundo, sin Frederick.

Pasé los canales del televisor, una y otra, y otra vez. Todos hablaban de Frederick, del caso, de su acusación.

“CEO de la empresa de inversión más importante del país es acusado de intento de homicidio”

“El soltero más codiciado del país es acusado de intento de homicidio”

“Un millonario que creció en la pobreza se convierte en un potencial asesino”.

“¿CEO o posible asesino?”

“Frederick Lancaster es acusado de arrojar a su empleada por las escaleras”

Un presentador de cabello demasiado perfecto decía:

— Hoy se espera la audiencia para fijar la fianza, la gran incógnita sigue siendo en el testimonio de Ana Beltrán, la joven sirvienta que aún lucha por su vida en la UCI del Saint Mary.

Apagué el televisor, dejando el control en la cama con un movimiento brusco.

La prensa primero despedazó a mi padre, después a mí y ahora… A Frederick.

Al mundo no le importaba a qui