••Narrado por Frederick••

El beso aún ardía en mis labios cuando sentí cómo su cuerpo, que un instante antes estaba cálido y sorprendentemente receptivo, se convertía en peso muerto contra el mío.

—Charlotte? —La pregunta salió más cortante de lo que pretendía.

Su rostro que estaba sonrojado durante la ceremonia, ahora estaba de en un color grisáceo cadavérico. Los ojos, esos enormes pozos verdes que podían desafiar o suplicar, se perdieron, vidriosos, antes de cerrarse. Un gemido ahogado, más animal que humano, escapó de sus labios. No fue un desmayo limpio. Fue un colapso. Un derrumbe.

—¡Charlotte! —Esta vez fue una orden, un grito ahogado me atravesó como una lanza. Mis brazos, ya rodeándola para el beso, se cerraron como tenazas alrededor de su torso, evitando que se desplomara en el frío suelo del Registro Civil. Su cuerpo era un fardo inerte, demasiado ligero, demasiado frágil.

«El bebé, el hígado»

Podría ser cualquiera de las dos opciones y así mismo, cualquiera podría