••Narra Charlotte••
Ya tenía la pijama puesta, pero no pude evitar verme en el espejo, admirar mi vientre. Aún no se notaba el embarazo, como si no estuviera ahí, pero era entendible, aún era muy pequeño y llevaba pocas semanas. Apenas cumpliría dos meses.
Un suave golpe en la puerta me sobresaltó. Debía ser la sirvienta con la bebida que le pedí. Me senté en la cama y le autoricé entrar. Ella entró con sus manos temblorosas. Traía una bandeja de plata con una taza humeante.
Me preguntaba si esta sirvienta tenía algún problema para controlar sus extremidades, porque el día de hoy su cuerpo ha estado reaccionando de forma muy extraña, exaltada.
—Su leche caliente, señora —murmuró, evitando mis ojos. Su voz era un hilo de seda rasgado.
Depositó la bandeja en la mesita, junto al anillo. El vapor ascendía, aromático, reconfortante en teoría.
—Gracias, Ana —dije, con una frialdad que no intenté disimular. Esta gente no me quería, así que no tenía que hablarles con delicadeza.
Ella se