Dejó de aprisionarme, quitándose de encima. Esta repentina liberación me tomó desprevenida, no esperaba que me dejara así como así y mucho menos después de su amenaza.
Me levanté lentamente, como si esto fuera un sueño en lugar de la realidad. Me dio la espalda y me bajé de la cama sin hacer el más mínimo ruido. Mi corazón latía tan rápido que creí que se saldría de mi pecho.
Retrocedí lo suficiente hasta que estuve unos metros lejos de él. Apenas vi la oportunidad, eché a correr hacia la salida. Empujé la puerta, pero esta no cedió. Giré el picaporte una y otra vez, pero no abría.
—¡Vamos, vamos! —Golpeé la puerta con una mano mientras seguía intentando abrirla con la otra.
Y nada, era inútil.
¿En qué momento la cerró con seguro?
Chillé al sentir unas manos rodeándome la cintura.
—¿Sabes lo peor de todo esto, Charlotte? —susurró contra el lóbulo de mi oreja, arrastrándome hacia la cama—. Que te lo advertí.
El sonido de su voz, baja y peligrosa, me erizó la piel. Noté que en su