91. Apagar el fuego
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Ryder
El día estaba nublado y húmedo, típico de Luisiana. La casa olía a café y pan tostado, los niños jugaban con bloques en la sala y Seraphina se mantenía distante, ocupada en cualquier cosa menos en mí.
Me encerré en el cuarto que Vlad me había prestado como “oficina” y marqué el número cifrado. Solo una persona respondía ahí: Aiden Mackalister.
—Ryder —respondió, su voz tranquila como siempre—. Tengo novedades.
Me senté, entrelazando los dedos.
—¿Buenas o malas?
—Depende de cómo lo veas —respondió. Podía imaginar su media sonrisa al otro lado de la línea—. El ataque legal funcionó. Héctor está atrapado. No puede mover fuerzas sin levantar sospechas, y ya hay una auditoría externa en camino. Lo mejor… —hizo una pausa— es que los humanos están interesados. Muy interesados.
Me quedé en silencio. Lo había hablado hace décadas con la familia Mackalister, pero ahora estaba ocurriendo. Lo que tanto habíamos planeado.
—¿Los tratados?
—Se están solidificando. La propuesta de