89. Inquieto
89
Sera
La camioneta se detuvo frente a una casa sencilla pero acogedora, como salida de una postal. El jardín estaba bien cuidado, con flores silvestres bordeando un caminito de piedras que conducía al porche. Olía a tierra, a sol, a algo… cálido. Casi como si fuera un hogar. Pero yo sabía que el hogar era un lugar que ya no reconocía.
Tracy y Amelia, las hijas de Vlad, salieron corriendo como dos miniaturas eléctricas. Me mantuve quieta mientras las observaba con recelo desde la puerta del vehículo. Tenían el cabello oscuro, largas trenzas, y sonreían con una despreocupación que me pareció irreal. Tan frágil. Tan humano.
Bajé despacio, mis botas pisando la grava con firmeza. Podía sentir las miradas, la de la mujer del delantal, la madre, midiendo si yo era digna de estar cerca de sus hijas. Y las de mis compañeros, que sabían que todavía me costaba respirar cerca de los niños. Los míos… y estos también. Porque todos eran vulnerables y yo no confiaba ni en mí misma.
—Yo seré la