66. No ángeles comunes
66
SERAPHINA
El camino hacia las montañas fue silencioso. Blake conducía con el ceño fruncido, sin hablar más de lo necesario. Yo lo observaba por el rabillo del ojo, intentando comprender por qué sus gestos me resultaban vagamente familiares y al mismo tiempo completamente ajenos.
No recordaba su voz.
Ni su risa.
Ni la forma en que me miraba, como si estuviera viendo un milagro… o un fantasma.
El campamento estaba escondido en lo alto, protegido por árboles y bruma. Era austero, funcional, construido para entrenar, para preparar. Me asignaron una cabaña pequeña, una habitación, ropa nueva.
Después vino el chequeo médico.
—Tus constantes están bien —dijo la doctora, una mujer de cabello canoso y expresión seria—. Lo extraño es… todo está demasiado bien. Ni una sola deficiencia, ni marcas de nada en tu cuerpo. Es como si tu cuerpo hubiese sido regenerado desde cero.
Blake no dijo nada. Solo asintió.
Yo evité mirarme al espejo.
No quería seguir descubriendo cuánto de mí ya no era mío.