59. Desde el escape
59
Seraphina
Había pasado una semana desde que escapé. En este tiempo, el silencio y la rutina eran lo único constante. El bungalow en el que Maverick me alojó era cálido, sencillo, rodeado de vegetación espesa y con una vista hermosa al mar. No tenía lujos, pero tampoco me faltaba nada.
Cada mañana, antes del amanecer, el chamán llegaba con su andar sereno, cargando frascos y raíces en una bolsa de cuero. Era un hombre mayor, de mirada tranquila y manos firmes. No hablaba mucho. Preparaba los brebajes frente a mí, moliendo hierbas, hirviendo raíces que no reconocía, y siempre, al final, me entregaba una taza de cerámica humeante con un líquido amargo y espeso.
—Tómalo todo —me decía con suavidad—. Alimenta a los cuatro.
Cuatro. A veces aún me costaba asimilarlo. Cuatro corazones latiendo dentro de mí. Cuatro vidas creciendo rápido, demasiado rápido para lo normal. Los brebajes del chamán me daban energía, aliviaban los calambres, me ayudaban a dormir. Pero también me debilitaban. Mi