Francisco llegó a casa agotado. Sus padres lo esperaban en la sala. Él les dedicó una sonrisa cansada.
—Mamá, creo que ya me voy a regresar.
La sonrisa de Lorena se borró de su cara al instante.
—¿Tan pronto? Pero... ¿no tienes a tus asistentes allá? Cualquier cosa te la pueden mandar por correo o te pueden llamar, ¿no?
—Mamá... —Francisco abrazó la menuda figura de su madre y dejó escapar un suspiro—. No es como que no vaya a volver. No te pongas así.
—No es eso —replicó ella, y sus ojos se enrojecieron—. Es que te vas y no apareces en medio año, a veces hasta un año entero. Si te quiero ver, ni cómo hacerle.
—Ya sabes que podemos hablar por teléfono, y hasta nos podemos ver por videollamada —dijo él, meciéndola suavemente.
—Tú siempre con tus respuestas... —Lorena se apartó y lo escudriñó con sus ojos astutos, su tono cambió por completo—. A ver, dime la verdad, ¿por qué tanta prisa?
Francisco sintió un escalofrío ante la intensidad de su mirada.
—Ay, mamá, ¿ahora qué te estás imagi