—Les agradezco mucho que hayan venido al funeral de mi suegra. —Hizo una profunda reverencia y miró a Antonio. Él no apartaba la vista del enorme retrato de su madre que presidía la sala—. Como muchos de ustedes ya saben, mi esposo, Antonio Lira, sufrió un accidente hace poco. Agradecemos su preocupación. Después de un largo tratamiento, por fin está con nosotros. Pero… —Sara bajó la vista, su mirada llena de ternura—. Debido a una lesión cerebral, sus facultades mentales y físicas se vieron afectadas.
Un murmullo de asombro recorrió la sala. Aunque era difícil de creer, la imagen de Antonio en la silla de ruedas confirmaba sus palabras.
—Tu mamá es muy fuerte —le susurró Efraín a Bianca, que estaba a su lado, con el rostro contraído por el dolor.
Ella levantó la vista. Este hombre, desde que había vuelto, no se había separado de su lado. ¿Por qué? Y Francisco… parecía haberse desvanecido. Su celular seguía apagado. La ansiedad crecía en su interior, pero tenía demasiadas cosas en la