Sara fue primero al baño. Se lavó la cara y se aplicó un maquillaje impecable. Volvía a ser la elegante y distinguida señora Lira.
…
Sara y Nicolas llegaron a la sala de reuniones que él había preparado, escucharon un estruendo desde adentro, como si algo se hubiera roto.
Nicolás abrió la puerta de golpe. Adentro, dos personas se pusieron de pie, asustadas. El joven rubio miraba la puerta con pánico. A sus pies, los restos de un jarrón caro hecho añicos.
La mujer del vestido vulgar también estaba desconcertada, con la boca abierta. Su cara regordeta resultaba casi cómica.
Sara sonrió levemente y entró con elegancia. Al verla, los dos se pusieron rígidos, en guardia.
—Nicolás, pide que limpien esto. —La voz de Sara era tranquila. Se volvió hacia el joven—. ¿No te lastimaste la mano?
El tipo tartamudeó.
—Yo… no, no me pasó nada. Fue un… un accidente.
—¿Tú eres Nora? —preguntó Sara a la mujer robusta.
—Sí, soy yo. —La mujer levantó su cara regordeta, preparada para la batalla—. ¿Qué? ¿Ya