—Bueno, ya nos vimos. Te puedes ir yendo.
Leo no ocultó su fastidio.
—Ya, deja de pelear, ¿quieres? —dijo Alfredo—. La verdad es que me dio hambre, voy a pedir algo para comer. Ustedes sigan en lo suyo, no me hagan caso. Además, te ves cansado.
Tras decir eso, fue a pedir un plato de sopa y se sentó justo al lado de Leo.
La última frase desconcertó a Leo.
“¿Acaso se está preocupando por mí?”.
Después de todo lo que había pasado con Rubén, Valeria se había vuelto más observadora. Se dio cuenta de que la manera en que Alfredo miraba a Leo era diferente. Sin embargo, Leo, a pesar de su aire de galán, era bastante lento para esas cosas y seguro ni siquiera lo había notado. De pronto, la situación le pareció irónica; desde que regresó a su país, había conocido a varios hombres increíbles, pero resultaba que a ninguno le interesaban las mujeres. Vaya sorpresa.
—Vale, y tú, ¿qué piensas hacer ahora? —preguntó Alfredo.
Habló con un tono familiar, como si la conociera de toda la vida.
—A ver,