—Claro, es para ti.
Francisco le hizo un gesto para que pasara, y Bianca de inmediato llevó a Valeria al probador que estaba al fondo.
—Francisco, de verdad que me dejaste sin palabras. Eres un genio —comentó Leo, lleno de admiración.
Francisco sonrió levemente, y solo entonces se percató de la presencia de Rubén, de pie a unos metros. Ambos se quedaron helados un instante. Rubén sintió que se le cortaba la respiración. Le pareció que no lo había visto en una eternidad. Había adelgazado mucho y tenía los ojos enrojecidos; era evidente que no había descansado bien.
“¿Es por este vestido de novia?”, se preguntó, con un nudo de emociones en el estómago, pero no supo qué decir y se quedó ahí, inmóvil.
—Vaya, Rubén, tú también estás aquí —dijo Francisco para romper el silencio, con un tono educado pero distante.
—Ah…
A Rubén le dolió el pecho. No quería que las cosas entre ellos fueran así. Se preguntó por qué habían llegado a ese punto, quién de los dos era el que no podía soltar el pasad