En realidad, aquel centro ceremonial no destacaba por su tamaño, pero gozaba de gran fama gracias a los poderosos rituales que allí se realizaban. La gente decía que eran infalibles, y por eso, aunque el lugar era modesto, siempre estaba lleno de fieles. Sería un error pensar que solo en la antigüedad las personas acudían a los dioses en busca de ayuda; de hecho, en la sociedad moderna, muchos seguían buscando en esos lugares sagrados una señal favorable, aunque solo fuera para encontrar un poco de paz mental. Quizás esa era la verdadera magia de la fe: su capacidad para calmar el espíritu.
Ofelia llevó a Valeria de la mano hacia el interior. En la sala principal, varias personas ya estaban arrodilladas, dejando sus ofrendas. Ofelia, a su vez, sacó las veladoras que había preparado.
Una mujer de mediana edad, vestida con ropajes ceremoniales, se acercó a ellas con las palmas juntas en un gesto de saludo. Era la chamana principal del lugar.
—Por aquí, por favor. Primero deben purificar