Subieron a toda prisa y, al abrir la puerta del cuarto, encontraron una escena caótica. Un hombre con la ropa en desorden y claramente borracho estaba arrodillado frente a la cama de Claudia, golpeándose la cabeza contra el suelo mientras suplicaba.
—Perdóname, por favor, perdóname. Fui un imbécil, me equivoqué. ¿Puedes perdonarme?
En cuanto Carlos vio entrar a Efraín, se acercó.
—Es él.
Sara, incapaz de contener su furia, se abalanzó sobre el hombre y le dio una bofetada.
—¡Lárgate de aquí ahora mismo! No puedo creer que seas tan cruel. Si no fuera por esas fotos, seguiríamos sin saber nada. ¡Y pensar que yo fui la que te metió en la vida de mi hija! ¡Qué ciega estuve! ¿Qué futuro le esperaba a Claudia contigo? ¡Con un monstruo como tú!
Claudia, en cambio, se mostró sorprendentemente serena.
—Vete, por favor. No voy a hacer nada, no te voy a denunciar. Mi bebé y yo estamos bien, así que lo único que te pido es que te alejes de mi familia para siempre. No quiero volver a verte nunca m