Efraín se despertó con un ligero dolor de cabeza. Anoche había bebido bastante con Francisco en la plaza y le había contado muchas cosas. Después, todo se volvió borroso. Seguramente Francisco lo había traído de vuelta.
Miró la hora. Eran las nueve de la mañana. Tenía el estómago revuelto y vacío. Se lavó la cara. El silencio era abrumador. Esa mujer no había vuelto en toda la noche.
...
Bianca iba sentada en el carro, con una sensación de nostalgia. Su padre, a pesar de que también la extrañaba, había decidido que era mejor que regresara pronto a la mansión de los Herrera. No quería provocar más conflictos con Efraín. Así que, después del desayuno, le pidió al chofer que la llevara de vuelta.
—Bianca… —la llamó Sara, con la voz llena de anhelo. Anoche, su preciosa hija se había acurrucado a su lado y le había asegurado que estaría bien, que sería feliz. Era una niña que inspiraba una ternura inmensa.
—Mami, vendré a verte en cuanto pueda. Cuídense mucho. ¡Adiós, papá, mamá! —sonrió,