Bianca no regresó a la mansión de los Herrera, sino que fue directamente a su casa. Apenas llegó, Rosa salió corriendo a recibirla.
—¡Señorita Bianca, qué bueno que volviste!
—Sí, Rosa. —No sabía por qué, pero aunque solo habían pasado unos días, sentía como si hubiera transcurrido una eternidad. Reprimió la extraña nostalgia que la invadía y sonrió.
—¡Señor, señora, la señorita Bianca está aquí! —anunció Rosa en voz alta.
—¡Bianca! —Sara se levantó, feliz de verla. Antonio, aunque seguía sentado en el sofá, también se giró con una expresión de sorpresa y alegría.
—Papi, mami, ya volví. —Bianca corrió a abrazar a su madre. «Qué bien se siente tu calor, mamá».
—Bianca… —la llamó Antonio con una voz cargada de emociones.
Ella se estremeció y se volvió para mirarlo. En solo unos días, parecía haber envejecido años. Seguramente por los problemas de dinero. Pensar en Efraín le revolvió el estómago.
—Bianca, acaban de llamar del Corporativo Herrera. Dicen que van a descongelar los fondos de