Eduardo se mostró más cordial al ver a la recién llegada.
—¿Ya volviste?
—Sí, señor Alarcón.
—¡Tú eres Valeria Salinas! ¡Vale! —exclamó Leo, gratamente sorprendido.
—Vaya, ¿todavía te acuerdas de mí después de tanto tiempo? Qué buena memoria tienes, Leo —dijo Valeria, sonriendo emocionada.
Leo se sintió aliviado. La vida estaba llena de sorpresas. Valeria había sido una estudiante de intercambio que llegó a su clase y a la de Rubén en la preparatoria. Incluso se sentó junto a Rubén, pero solo estuvo un mes antes de que su familia emigrara, precisamente a Suiza. Recordaba a una Valeria que parecía un chico; el cambio era increíble.
—Elvira, por favor, prepara la comida —ordenó Ofelia.
—Sí, señora —respondió Elvira antes de retirarse.
—Ustedes dos pónganse al día. Con nosotros aquí, a lo mejor no se sienten cómodos para hablar de sus cosas —añadió Ofelia con un tono alegre.
—Para nada, madrina, pero la verdad es que sí me gustaría platicar un rato con Vale —contestó Leo con una sonrisa.