El teléfono volvió a sonar de inmediato. Esta vez, Francisco simplemente lo apagó. Respiró hondo, mirando el cielo, sintiendo una infinita frustración.
Cuando regresó adentro, Bianca lo miraba con preocupación. Él se esforzó por sonreír, haciendo un gesto para restarle importancia al asunto, y ella decidió no preguntar.
Francisco fue a la cocina para terminar de servir la cena, pero una extraña inquietud no lo dejaba en paz. Sacó el celular del bolsillo, lo miró un segundo y lo volvió a guardar sin encenderlo.
“¿Por qué estaría borracho a estas horas? ¿Habrá pasado algo grave?”.
—Francisco, ¿seguro que todo está bien? —preguntó Bianca con voz suave. A pesar de su esfuerzo por ocultarlo, notaba su nerviosismo.
—Claro que sí. No te preocupes por eso —dijo él, un poco apurado—. Hoy es tu cumpleaños. ¡Muchas felicidades, Bianca!
Sacó un pequeño pastel de helado del refrigerador.
—Vamos, pon las velas.
Bianca sonrió y colocó una velita en el centro. Al encenderla, la vela se abrió como una