Haidar conducía rápidamente por las calles iluminadas de la ciudad, con Brenda inconsciente en el asiento del copiloto. Su corazón latía con fuerza, había miedo, ese que invadía por completo. Cada segundo que pasaba parecía eterno, y la sola idea de perderla lo aterrorizaba.
—Brenda… lo siento tanto… —murmuraba, como si ella pudiera escucharlo—. No puedo creer lo que hice. Todo esto es culpa mía… —Su voz se quebró al pronunciar esas palabras.
El árabe no podía evitar recordar los últimos minutos antes de que Brenda se desmayara. Su rostro lleno de dolor, su voz quebrándose al escuchar la verdad, y luego, su cuerpo cayendo sin respuesta. La imagen lo perseguía como un fantasma, y la culpa lo golpeaba sin piedad. ¿Cómo había permitido que todo llegara a este punto?
Cuando llegaron al hospital, Haidar se apresuró a bajarla del auto y entrar corriendo, pidiendo ayuda con urgencia. Los médicos actuaron con rapidez, y Brenda fue llevada de inmediato a una sala de emergencias. Haidar, sin