Capítulo 117 El abrazo

Hespéride se movió como una sombra entre las sombras. El manto oscuro se abrió bajo sus pies, envolviendo su cuerpo y el de Horus en un espiral de tinieblas. La batalla, los cuerpos helados y el rugido del fuego quedaron atrás en un suspiro, reemplazados por el silencio absoluto de la mansión secreta. El mundo se contrajo en un parpadeo, y cuando los dos reaparecieron, estaban ya en la quietud del hogar oculto, protegido por barreras mágicas que ni los titanes podían percibir.

La luz de la tarde se filtraba por los ventanales altos, teñida de un naranja suave que bañaba los corredores de reflejos cálidos. Afuera, las copas de los árboles mecían sus ramas bajo un viento apacible, como si nada de lo ocurrido allá afuera pudiera alcanzarlos.

Hespéride sostuvo a Horus con firmeza, casi con devoción. Él apenas reaccionaba, los párpados cerrados, el pecho agitado, el veneno aún mordiendo sus venas. No dijo palabra. No le pidió permiso. Solo lo guio con la misma seguridad con la que lo había
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