Salvar a mi padre

Alexander habló con suavidad.

Abriendo los ojos, Katherine se adelantó.

—Llévame con Anthony

Cuando entraron en el gran salón, Jeremy la vio desde lejos y se acercó a toda prisa, con un destello de alegría evidente en el rostro.

Sin embargo, Katherine permaneció fría como el hielo, con una expresión carente de cualquier emoción extraña.

—Sra. Ross... Si es tan amable, el Sr. Ross está en su habitación—. Al mencionar a Anthony, la preocupación de Jeremy aumentó, pero no se atrevió a ser negligente.

—Gracias a Dios, Sra. Ross. Por fin ha vuelto. El Sr. Ross sigue con fiebre alta y se niega a tomar su medicina. No le baja la fiebre y tememos por su bienestar. Por favor, haga todo lo posible por persuadirle—, imploró Jeremy con urgencia.

Katherine no tenía humor para esas cosas. Pronto volvió a plantarse ante la puerta, agarró el picaporte y dudó un instante.

Al otro lado esperaba el diablo. No había otra opción en ese momento.

Katherine pensó, —Anthony... Has jugado bien tus cartas.

Las
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