Mi corazón se encoge al ver a mi hijo Andrés, de la mano de Esther, entrando al kinder. Desde la esquina lo observo en silencio, sintiendo cómo cada latido me empuja a cruzar la calle, a cogerlo entre mis brazos y no soltarlo. Quisiera acercarme, hablarle, abrazarlo tan fuerte que quisiera llevármelo conmigo y escapar juntos. Pero la orden de alejamiento que me impuso ese maldito de Sebastián me lo prohíbe. ¿Cómo es posible que me hayan arrebatado el derecho de ser madre? Me miro a mí misma y siento un vacío frío, pero también una furia que arde.
No creerá lo que le tengo preparado. Pronto su nombre y esa fotografía recorrerán toda la rede social, todas la industria global sabrán que el gran CEO de Hoteles Oasis engañaba a su esposa. No es solo por la humillación, es por mi hija fallecida, por lo que me hizo firmar, por ese documento cuya firma dudo que sea mía. Pensó que podía jugar conmigo porque me había enamorado, que era fácil manipularme. Se equivocó. Me arrancó una parte de mí, me arrancó a mi hijo y ahora le haré pagar cada pieza que me arrancó.
Esto no será una venganza impulsiva, quiero que sea calculada, lenta, para que cada golpe le duela y lo sienta en los huesos. Quiero que sufra como yo sufrí cuando perdi a mi hija por su traición.
Subo al coche de Keila con el único objetivo de empezar mi juego. Me dirijo a la empresa donde mi prima es la gerente, la misma que hace tiempo nombré y que con tanto esfuerzo levantó. Perdí mis Hoteles Oasis, pero no me rendiré. Haré lo que tenga que hacer —cambiaré mi nombre si hace falta— para recuperar lo que me pertenece y hundir al imbécil de Sebastián. Mi primer movimiento ya está en marcha; el resto, lo ejecutaré paso a paso. Él cree que me rompió, pero no sabe que desde los golpes mentales estoy aprendiendo a encender incendios... soy como la leyenda del Ave feliz que resurgio de las cenizas.
***
Cuando llego dejo mi bolso en la oficina y veo que mi prima se acerca con paso decidido.
—Enciende tu computador ahora mismo —me dice—, ya se filtró la fotografía del imbécil de tu ex.
Sonrío de lado y ruedo los ojos. Enciendo el computador, abro la prensa y subo el volumen; me concentro en la transmisión.
—Muchos estamos consternados —menciona la locutora—. ¿Qué ha sucedido con la esposa del gran CEO de Hoteles Oasis? Él, que siempre hablaba maravillas de su esposa, ahora habría ocultado a su mujer y mantenido una amante. Hay fotos de sus escapadas en la playa.
Muestran las fotografías que un investigador tomó en la bahía: él disfrutando en la playa mientras mi hijo estaba encerrado. ¿Qué clase de padre es ese? Una risa se me escapa; la prensa arma el escándalo y yo siento que, por fin, la verdad sale a la luz. He pedido que suban las fotos a las redes para que todos vean que me divorció sin explicación y me dejó sola.
En ese momento suena móvil de mi prima. Ella lo mira, sonríe de lado y contesta con voz firme.
—¿Hola? ¿Quién habla? —dice.
—Keila —responde la voz al otro lado, alterada —. ¿Dónde está esa estúpida de Avril? ¿Por qué m****a se filtraron fotos mías en las redes? Ahora todos los colaboradores me están llamando preguntando si es verdad que me divorcié de ella.
Mi prima no se deja, su respuesta es fría y directa.
—¿Que me gritas? —contesta ella—. Fue usted quien la dejó, quien la echó de su propia mansión. No voy a permitir que vengas a reclamar sin pruebas. Si alguien quiere verla mal, seguramente eres tú, Sebastián, que la despojas de todo. ¿Y ahora actúas como víctima? Arregla tu porquería con tu amante —Espeta —. Y no me llames más para escupir mentiras.
Keila suelta insultos, Sebastián intenta retomar la palabra, pero mi prima lo corta y cuelga. Aplaudo con las cejas levantadas y una sonrisa amarga.
—Sí que tienes carácter — Comenté.
—No se me olvida toda la m****a que te hizo.
Asiento con la cabeza; tiene toda la razón. Jamás olvidaré cómo me humilló ni cómo me apartó de mi propia vida. Como dice aquella cantante dominicana: “yo no olvido”. Y ahora me prometo que voy a hacer que pague. Esta noticia llegará a la boca de sus socios y colaboradores, no puedo recuperar el control total de los hoteles, no obstante haré que pierda cada beneficio que iba a obtener. Uno por uno, le arrancaré lo que mas me quitó.
*** Había pasado, unas dos semanas desdé mi primer golpe. Debo admitirlo, me sentía orgullosa de aquello.Sebastián no paraba de llamar a Avril, para intentar localizarme, me dio tanta risa porque parecía un perro desesperado por querer saber si yo había hecho lo de pasar a la prensa su vergüenza y su cochinada de tener un amante estando conmigo. Dejo de pensar en la primera jugada que le hice a mi ex. Ahora tenía una reunión demasiado importante con un magnate ruso. Dimitri Volkat.
No estaba segura de cuáles eran exactamente sus intenciones, y por eso necesitaba esta cita. Quería descubrir si realmente deseaba aliarse conmigo para abrir una empresa… o si había algo más oculto detrás de su supuesta amabilidad. Por suerte, tenía mis ahorros; no pensaba quedarme atrás ni permitir que nadie me tratara como a una basura otra vez.
Me levanté del tocador y me miré al espejo. Estaba más delgada de lo normal, las noches de llanto por la tragedia, por la pérdida de mi bebé, me habían dejado marcada. Y lo peor no tener aún a mi hijo entre mis brazos. Mi pequeño. ¿Cómo estará? No he podido comunicarme con Lili y eso me carcome el alma. Solo espero que ella esté bien y que lo cuide como lo hacía cuando yo estaba presente. Suspiré hondo y continué preparándome.
Elegí un conjunto negro, pantalón, cárdigan del mismo tono y un top blanco. Aún sentía el ardor leve en mi cesárea, recordándome que había perdido a mi hermosa bebé.
Me puse unas zapatillas finas de charol, un reloj, y aquella prenda que conservaba desde que me echaron de mi propia mansión. Dejé mi cabello rubio en ondas suaves, pinté mis labios con un tono discreto y me perfumé apenas. Tomé mi bolso y salí.
Llamé a un driver para que me llevara a la reunión. Antes de partir, le hable a mi prima Keila.
—Deséame suerte —le pedi con una media sonrisa.
Ella me abrazó.
—Espero que todo salga bien, y que ese hombre pueda abrir una alianza contigo. Por cierto, papá viene esta semana quiere hablar contigo.
—Claro —respondí—, también quiero hablar con él. Nos vemos luego.
Keila asintió.
Me despedí y bajé hacia la acerra. El driver ya estaba ahi. Durante el trayecto, el silencio me acompañó junto con una ligera tensión en el pecho. Nervios, sí pero también positivismo.
Al llegar, caminé con cautela hasta el lugar pactado. Lo vi enseguida. Un hombre rubio, de ojos penetrantes, que alzaba una mano para señalarme. Avancé con paso firme, sin dejar que la inseguridad se reflejara en mi rostro.
—¿Usted es Dimitri Volkat? —pregunté.
Él sonrió y asintió.
—Ese mismo soy yo. Mucho gusto.
Tomó mi mano y la estrechó, para luego besar el dorso. No sé si su sonrisa era arrogancia o simple cortesía fingida.
—Mi nombre es Avril Levy —me presenté, devolviéndole una mirada serena y calculadora.
Él me indicó la mesa y nos sentamos.
—¿Desea tomar algo? —preguntó, mientras extendía unos papeles sobre la mesa.
—Vamos al grano. A lo que vine — exprese sacando los documentos de mi bolso.
—¿De que se trata?
—¿Quiere aliarse conmigo para abrir esta empresa? —dije directo al punto
—Esto es lo que usted propone. Señora Levi. Una empresa de Cadenas de hoteles y boutique.
Asentí despacio.
—Así es. No ando con juegos, señor Volkat. Estoy aquí para negocios, nada más.
Él sostuvo mi mirada, como si buscara medir hasta dónde estaba dispuesta a llegar.
Lo único que esperaba en ese instante era que aceptara… y que no se retractara.