La luz de los finísimos candelabros que colgaban del techo en la mansión Volkov, destellaban luces doradas sobre el salón donde se estaban festejando los tres meses de matrimonio que llevaban Valeria y Leónid. Cada pareja invitada traía un hermoso y costoso presente para agradar a los esposos con el asombro mal disimulado en sus expresiones.
La familia de Valeria ingresó por la puerta grande con sonrisas en sus rostros, ella se permitió tener un momento de honestidad para saludarlos y recibir el abrazo tan deseado de sus padres y de su hermano Jeremy. Leónid colgó en su rostro una sonrisa de pura malicia disfrazada de amabilidad, esa que no sentía por las personas a las que saludaba, hacia la fiesta y mucho menos hacia lo que representaba esta celebración.
—¡Oh, Leónid que guapo estás! —ni siquiera tuvo que fingir arrogancia ya que todo a su alrededor incluso Valeria y su hermoso atuendo, lo gritaba —estamos muy contentos de que nos hayas invitado a esta bella celebración.
—No me agra