Esa misma noche en un bar cualquiera a las afueras de la ciudad, oliendo a alcohol rancio, Jake, vestido con ropa sobria, se encontró con el Sr. Peterson, el empresario que orquestó el defalco del que fue objeto Leónid aprovechándose de la necesidad de Jorge Montenegro, el padre de Valeria quien se había endeudado para poder costear el tratamiento de su esposa y poder vivir dignamente. Peterson estaba ebrio y desaliñado, temblando de ansiedad ante la bolsa de dinero que yacía entre ellos.
—Este es el primer pago —dijo Jake con una calma que contrastaba con el ambiente, deslizando un fajo de billetes—. Haz tu parte —Peterson agarró el dinero, sus manos temblorosas aferrándose al papel moneda.
—Lo que necesites. Ese imbécil de Jorge Montenegro me las pagará por ser un cobarde delator —Jake sonrió complacido ante el odio que destilaban las palabras del hombre —. De no haber sido por su cobardía, nos habríamos hecho millonarios, pero no, ese gusano traidor se retiró y él era mi fachada —e