La mañana siguiente resultó como todas las demás desde hacía tres o cuatro días. Ya ni siquiera sabía en que día se encontraba salvo por las fechas del del calendario, la rutina se le convirtió en una mezcla de tensión, irritabilidad y eficiencia casi forzada. Sentada en su escritorio de cerezo, con George y Barney como estatuas silenciosas en la puerta, se hundió en los archivos financieros de la adquisición de Zagreb. Sin embargo, su mente no estaba en los balances, sino en la única frase que le había dado Sofía: “La única persona que Leónid teme es su propio pasado.”
Necesitaba una excusa para platicar con Nino acerca de Leonid cuando era un niño y una justificación para buscar archivos no financieros.
Valeria no fingió frustración, la sentía en realidad. Dino llegó con un desayuno delicioso en un carrito de hotel y ella le sonrió como una niña pequeña. Se había saltado la cena la noche anterior y necesitaba urgentemente ingerir alimento antes de caer desmayada a causa del estrés y