— ¿Tan mal te fue? —Marta la estudió con conmiseración—. Te advertí que te dolería más que a todos los Rivas juntos.
—Tenías razón. Cuando llegó el momento no pude hacerlo.
Marta la observó sorprendida. Se apartó los rizos de la frente y apoyó los codos en la mesa.
—En realidad, siempre pensé que no lo harías. Así que... ¿Qué pasará ahora?
—Estoy planeando todavía lo que voy a hacer.
— ¿No intentarás hacerlo más tarde?
—No. Si no lo dije anoche, no lo diré nunca. Me olvidaré de mis planes de venganza. Para siempre. Ernesto y Elba Rivas están tan enamorados que esa emoción llena su casa, sus vidas. Y yo no podría destruirlos, hacer sufrir a sus hijos, quizá a Vicente...
— ¡Ah, Vicente! Tenía el presentimiento de que lo sacarías a relucir con algún pretexto.
—Él no cuenta. Nunca formó parte de mis maquinaciones.
— ¡No me digas que no te ha influenciado de alguna manera!
Sofía se dirigió a su cuarto y regresó con el estuche que contenía el collar de perlas.
—Supongo que esto hi