Arturo se rio de nuevo. Estaba drogado, Vicente podía olerlo.
Vicente miró a Sofía y Arturo volteó rápido hacia él, y estrelló su puño en la mandíbula y le volteó la cara, y Sofía le gritó.
—¡Hijo de puta, no lo toques! —y comenzó a patearlo.
Vicente se frotó el lugar del impacto, y se enderezó sin esfuerzo.
—Solamente defiendo lo que es mío —dijo Arturo, empujando a Sofía, haciéndola caer de espaldas al suelo— ¡Y tú eres mía! —le gritó señalándola con el dedo
—¡Suficiente! —gritó Vicente molesto, poniéndose entre Arturo y Sofía. De súbito estampó un golpe en la quijada de Arturo tirándolo de espalda al piso y lo señaló—¡Vete de aquí! ¡Cruzaste la línea! ¡Estás drogado y vuelto una mierda! ¡Si sigues… te vas a arrepentir!
Arturo se puso de pie y miró a Vicente con burla, limpiándose la sangre de la boca y le dijo.
—¡Vaya! Esta mañana, cuando fui a tu oficina, pensé que eras una nena, escondiéndote tras de tus escoltas. Quién iba a decir que aquel Sifrino flacucho que eras cuando niño