33. Madre desamparada

—Por aquí, señora Serrano. El señor Rafael tendrá muchas citas por el día de hoy y usted es a la primera que recibirá —la recepcionista se llama Laura, y no ha dejado de hablar en todo el trayecto a la oficina de Rafael Montesinos, lo cual agradece porque la sonrisa de Altagracia no deja su rostro—, ¿Puede esperar aquí unos momentos mientras le aviso?

—Claro, Laura. Y oye, ¿Tienes mucho tiempo trabajando aquí? —le pregunta Altagracia, mirando el juguete todavía en sus manos.

—Cerca de los 7 meses, señorita Ximena —responde Laura con tímidas—, aunque no vivo en la capital, me mudé desde Mérida hasta aquí porque no encontraba trabajo —Laura, al ser más baja que Altagracia y delgada, asemeja menos edad de la que cree.

—¿En serio? ¿Y vives sola aquí en la capital? —recibe un asentimiento por parte de Laura—, ¿y tú familia?

—Mi madre y mi hermana viven en Mérida. Soy su único sustento —Laura se detiene, como si se percatara de decir algo qué no debe—, oh, señorita Ximena, perdóneme. Yo aqu
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