111. Por nuestro amor y nuestro hijo
—¿Qué sucede? —pregunta Altagracia justo después de oír el cerrojo de la puerta. Gerardo tiene un rostro distinto, lo que la hace doblar un poco su entrecejo—. ¿Gerardo?
—Rafael —Gerardo baja la mirada hacia Matías—. Resultó ser peor de lo que imaginé.
Altagracia se tensa de pies a cabeza.
—¿De qué hablas? —el temor cubre su voz.
Gerardo rápidamente se acerca a ella.
—Todo estará bien. Matías es nuestro hijo. Cualquiera acusación que se le cruce por la cabeza no será válida. Matías es nuestro —besa su frente—. Me cambiaré.
La mención de Rafael justo ahora es una daga profunda al corazón de Altagracia. un temor preocupante en su pecho qué le acelera el corazón. Baja la mirada hacia su hermoso bebé. La idea de tenerlo lejos, justo ahora, y otra vez es suficiente para que hiperventile. Lo sube hacia sus labios, acariciando sus mejillas.
—No me quitará a mi bebé —el miedo quiere hacerse presente en sus palabras, pero desborda también la seguridad—. No dejaré que me lo quite. No —mueve la