Con mucho sigilo, la mujer se movió entre los barriles de combustible, mirando a su alrededor y asegurándose de que el área estuviera despejada. Llevaba mucho tiempo con ellos y algo había aprendido observando desde cerca.
Divisó su objetivo y se preparó para correr. No podía fallar o todo se iría a la mierda. Tenía solo dos minutos para hacer todo lo planeado. Respiró profundamente y contó hasta tres.
«Tú puedes, tú puedes…» se mentalizó antes de salir corriendo, atravesando la parte trasera del jardín, muy cerca del garaje, hasta llegar a uno de los vehículos de los escoltas de Shan Chu. Miró una última vez hacia la casa, sujetó una cuchilla con fuerza y la dejó ir en una llanta. Con suerte tendría unos quince minutos antes de que se dieran cuenta, y con la prisa que llevaban, era muy probable que abandonaran el vehículo a ponerse a cambiar piezas en medio de la nada. No con la amenaza latente de Matteo Vescari rondando por todos los alrededores.
Quitó la cuchilla y se metió dentro