Livia
Llegaba un momento en la vida en que todo se apagaba. Cuando te han quitado todo: la libertad, las personas que quieres, y se adueñan de tu propia vida. Donde nos convierten en marionetas y nos manipulan, obligándonos a hacer todo lo que ellos desean. Orillándonos a tomar decisiones desesperadas, a cambiar hasta el punto en que ya ni siquiera podíamos reconocernos.
Mis ojos estaban secos, y mi corazón bombeaba tan despacio que el dolor no era perceptible. Veía cómo enterraban los restos de María y Beatrice, a petición mía. Ellas no merecían aquel final. Fueron obligadas a entrar a la mafia, mujeres inocentes cuyo mayor crimen fue ayudarme a huir de una vida de desgracias. De miseria emocional.
Darío y Enzo me habían quitado el último peldaño que me hacía falta para caer en el abismo y dejar que la oscuridad me terminara de consumir. Ya no me hacía promesas, porque no me llenaban. La sangre que una vez pesó en mis manos ya no me molestaba. Necesitaba más. Quería bañarme en la san