Livia
—¿Qué hay de tu madre? —me interesé, pues nunca la trataban con respeto. Cada vez que nos sentábamos a la mesa, Alessio soltaba una indirecta y Matteo pasaba de ella—. ¿No intentó protegerlos de su padre?
—Fiorella era una de sus putas. Su palabra valía menos que mierda —se encogió de hombros—. Ni siquiera la recuerdo. Como dije, no fuimos criados como niños comunes…
—¿Es así como entrenan? ¿Como dos viejas chismosas? —su voz nos sobresaltó, poniéndonos de pie de un salto. Lo buscamos hasta encontrarlo recargado en el marco de la puerta de entrada, con expresión desinteresada.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —pregunté acercándome, mirándolo detenidamente. Llevaba uno de sus trajes y estaba demasiado perfumado—. ¿Saldrás?
—El suficiente para darme cuenta del por qué no avanzas nada —le lanzó una mirada recriminatoria a su hermano—. Y respondiendo tu última pregunta, sí, tengo negocios que atender fuera. No vendré en todo el día. Por la noche, si lo deseas, puedes venir al club.
—¿Me