Capítulo 35

Livia

Cogí el miedo, la moralidad, y las encerré en un baúl, enviándolas al fondo de mi ser. En aquel momento no estaba para cuestionarme si lo que hacíamos estaba bien o mal, ni pensando en que después me pesaría. No. Era momento de sobrevivir, porque aquella gente había entrado con un solo objetivo: matarnos.

Seguí a Matteo en todo momento. No sabía hacia dónde me guiaba, pero mi instinto me decía que confiara en él y me aferrara a todo lo que me decía.

Todo el salón que antes fue una bonita recepción estaba hecho un desastre. Hombres enmascarados salían de la entrada principal, con armas del mismo calibre que Matteo y Alessio llevaban en mano.

—Quédate aquí, no hagas ningún ruido —me susurró, compartiendo una mirada con su hermano—. ¡Ahora!

Ambos se levantaron, saliendo del escondite con las armas apuntando, y dejaron ir una tanda de disparos. Yo estaba detrás de una gran columna, agachada. Como pude, me las apañé para ver lo que ocurría. Eran al menos diez hombres, y todos cayero
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