Lo que parecía un lugar rodeado de excentricidades, con jardines inmensos y piscinas que simulaban un oasis paradisíaco, no era más que una pantalla para ocultar todo lo que ocurría bajo tierra. El lado oscuro de quienes hacía mucho habían perdido su humanidad, de quienes no sentían piedad por nadie y, a la hora de hacer daño, no experimentaban ningún sentimiento.
Matteo Vescari fue moldeado desde los tres años por su padre, quien no creía en la compasión; solo le interesaba el control absoluto y que su apellido continuara al frente de toda la organización. Por eso se encargó de adiestrarlo y convertirlo en su mejor arma. No le permitió desarrollar amor o compasión por nadie. Y eso le jugó en contra, pues no contó con que había creado a su más grande amenaza.
Su entrenamiento fue cruel, despiadado y tortuoso. Para otros, fue tortura. Para Matteo, rutina. No conocía otra cosa. La omertà tatuada en su alma y recorriendo su sangre.
—No hay familia. Hay lealtad o muerte. Y aun los leales