Livia
La mujer frente a mí me miró indignada, con el pecho subiendo y bajando demasiado rápido. Se llevó la mano al pecho, soltando un grito que nos sobresaltó a todos, seguido de improperios hacia mi persona que no me inmutaron en lo más mínimo. Peores cosas había oído ya, y allí seguía, más firme que nunca.
—Un día, un día es lo que llevas aquí —me señaló con el dedo—. No eres nadie para mí, así como tampoco para esta gente. Si no puedes soportar esa verdad, ¿qué te hace pensar que puedes con esto? Estás viva por suerte, no te creas especial. No has sobrevivido a nada. Solo eres un gusano que logró salvarse después de revolcarse en el suelo pidiendo ayuda. Eso no es de valientes, es de malditos cobardes.
Algo punzó en mi pecho, pero no fue porque aquello me doliera, no. Lo que quería hacer era cogerla de la cabeza y estrellarla contra el suelo. Una y otra vez, hasta que cerrara la maldita boca que solo para eso le servía.
—¿Por qué mierdas no acepta que ahora formo parte de este lu