Livia
Bajé las escaleras luciendo un vestido rosa pastel, de un ajustado corset que definía de maravilla mi cintura y resaltaba mis pechos. De la cintura hacia abajo caía una falda pomposa que llegaba un dedo por debajo de la rodilla. Del largo perfecto para lucir unos bellos tacones de punta, con una cinta de moño que rodeaba el tobillo, todo del mismo color del vestido.
Mi cabello suelto en hondas y el maquillaje bastante natural para la ocasión.
—Oh, creí que no estarías —dijo Fiorella al verme, de pie en medio del salón.
—Piensa mal; es mi casa, ¿qué clase de anfitriona sería?
—Soy yo quien ha organizado todo, no tú.
—Eso cambió; por cuestiones de política, la anfitriona soy yo.
—¡Ja! Claro que no —se molestó, negándose a obedecerme.
—No era una pregunta, Fiore. Puedes decir que me ayudaste, pero hasta ahí.
—Eres una perra —poco le faltó para lanzarse sobre mí—. Vas a compensarme eso.
—¿Qué quieres?
—La nueva colección de Versace.
Asentí, pasando por su lado, yendo al jardín dond