En los días siguientes, terminé de tomar cabal consciencia de mi embarazo, una noción que no dejaba de maravillarme cada pocos minutos. Los miedos exagerados se redujeron a precauciones razonables, y la ansiedad dejó de torturarme, permitiéndome disfrutar la felicidad de saber a mi hijo en mi seno.
Como parte de esas precauciones, seguí el consejo de la reina y Aine y traje a Briana de regreso a mi servicio personal, de forma que pudiera tener cerca en todo momento alguien que me ayudara con cualquier cosa que pudiera precisar.
Me habitué a hablarle para mis adentros al bebé, como si pudiera escucharme. Por algún motivo, no dudaba que era el niño que viera en sueños, de modo que siempre utilizaba su nombre. Y por las noches, antes de dormirme, aprendí a aquietar mis pensamientos para poder percibir su corazoncito, ese latido rápido y regular que me permitía cerrar los ojos agradeciéndole a Dios por aquel milagro inesperado.
Tea recibió la noticia tal como yo esp