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La temperatura de sus habitaciones no era demasiado baja, aunque era igualmente fría. Sin embargo, a Eldric no parecía molestarle. Otra indicación de que seguramente Olena ya había comenzado a transformarlo.

Soltó su manto y lo dejó caer antes que una de las sirvientes alcanzara a tomarlo, obligándola a recogerlo del suelo mientras él se apresuraba a ayudar a Olena con el suyo. Entonces despidió a las mujeres con un gesto que era un discurso de arrogancia. Aun si olvidaba para qué me había traído Olena, lo poco que viera de Eldric en esos breves minutos bastaba para detestarlo.

Las mujeres salieron apresuradas, y los ruidos a mis espaldas me indicaron que había al menos dos amazonas apostadas en el corredor, guardando las puertas.

—¿Qué me has traído, querida mía? —inquirió Eldric con tono petulante, señalándonos a Mael y a mí con un cabeceo.

—Éste es el Alfa que nos ha enloquecido en los últimos años —respondió Olena apoyando una mano en el brazo de Mael

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