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Su exclamación sobresaltó a Mael, que alzó la cabeza para mirarla confundido. Olena lo ignoró, clavando en mí sus ojos ardientes de furia, tal como yo quería verlos.

—¿Cómo lo sabes?

—Los descubrí esta tarde —respondí sin inmutarme. Lo que estaba en juego era demasiado importante para dejarme amedrentar, y al fin y al cabo, por una vez estaba diciendo la pura verdad—. Nunca confié en él. Tú lo habrás perdonado, pero yo no me olvido que fue él quien me secuestró para entregarme a Lazlo. De no ser por él, mi hijo aún estaría creciendo en mi seno.

Era de esperar que Olena no se daría por aludida a la insinuación de un error de su parte, aunque la mención del supuesto embarazo perdido pareció afectarla un poco.

—¿Cómo fue que los descubriste? —insistió, agitando una mano para que me sentara en el diván junto al suyo.

—Como te dije, no confío en él. Encontré el pasadizo junto a su nueva habitación y se me ocurrió espiarlo. Así fue que lo vi montarlo mie

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