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Buscar hongos venenosos no era una tarea para realizar de noche, y sabía que aún no tenía forma de acercarme a Mael sin que nadie lo advirtiera. Así que planeaba comer una buena cena y dormir toda la noche, por primera vez desde que dejáramos Reisling en mayo.

Necesitaba pensar y necesitaba descansar. Necesitaba la mente más clara que nunca antes para decidir mis próximos pasos y que no nos costaran la vida a ambos. Porque si me descubrían y me mataban para castigarme, Mael jamás saldría vivo de Blarfors.

Cuando dejé mi madriguera para ir a la cocina, me sorprendió hallar a mis centinelas rubias vigilando el acceso a la escalera en la planta baja. ¿Era para evitar que tratara de huir ahora que Olena había dejado el castillo? ¿O era para mantener alejado a Lazlo? Me inclinaba por lo primero, porque no imaginaba a un blanco arrogante paseándose por las dependencias de servicio.

Las rubias giraron al escucharme bajar, y les señalé la cocina sin molestarme por salud

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