En algún momento de la noche, el blanco sentado frente a Lazlo hizo un gesto al rubio tras él, que rodeó el sillón para hacer que la mujer se sentara en el brazo del mueble. Tal como Lazlo hacía con Alanis, el blanco se prendió de los pechos abultados de la mujer antes de beber su sangre.
Mientras tanto, el que estaba sentado a la derecha de Lazlo hizo un gesto a su siervo personal, que trajo a uno de los hombres a arrodillarse ante el blanco con docilidad. Entonces el blanco rebuscó bajo el cuello de la camisa del humano, sacando una tira de cuero de la que colgaba un anillo de madera como el que me hacían usar.
Recuerdo haber sentido una vaga curiosidad al ver que lo introducía en la boca del humano. Ahora vería qué era lo que me daban de beber. Pero la curiosidad duró sólo un instante, reemplazada por un escalofrío de revulsión al ver que el blanco se abría los pantalones y el humano se inclinaba hacia su ingle.
El espanto de la comprensión me inmovilizó. Entonces advertí que el hu