Mil perdones por programar mal el capítulo y dejarlas sin actualización esta mañana. Como disculpa, acá van 2 caps ♥
Me despertó un dolor agudo en la parte interna de mi antebrazo, como una aguja, y luego una presión en el pinchazo, como si algo húmedo succionara mi piel. Duró sólo un momento, y mi brazo cayó inerte sobre mi estómago. Abrí los ojos, pero no vi más que oscuridad a mi alrededor, como si siguiera desmayada o me los hubieran vendado.—¡Sabe a lobo! —exclamó una voz sobre mi cabeza. Una voz femenina.—¡No puede ser lobo! —respondió otra voz femenina, un poco más lejos.Me di cuenta que seguía tendida en el suelo. Intenté moverme y oí el rumor de ropas apartándose de mí. Un pie empujó mi costado, sacudiéndome.—¿Estás despierta?Comprendí que me hablaba a mí y asentí como pude, intentando al menos incorporarme a medias. Mis ojos se adaptaban a la oscuridad profunda de la noche en la espesura del bosque, y distinguí las dos sombras más claras agachadas junto a mí, una a cada lado. Las amazonas.Una mano fuerte como una tenaza me sujetó el brazo.
—Tienen razón que se parece a mí —asintió sonriendo complacida, y agregó, confirmando mis temores—. Soy Olena Haugenmor, Reina del Norte. Puedes llamarme Majestad. ¿Qué eres, muchacha?—Dice que es humana, pero tiene gusto a lobo —dijo una de mis captoras.Olena inclinó su cabeza un poco más hacia su hombro. No la vi mover su mano, pero al instante siguiente una garra se cerró en torno a mi nuca, empujándome hacia adelante, hacia ella. Un dolor repentino, ardiente, me paralizó cuando hundió sus colmillos en el costado de mi cuello. Succionó un momento antes de soltarme, y volvió a enfrentarme relamiéndose con otra sonrisa.—Es cierto. No tan sabrosa como mi nueva mascota, pero sabe muy parecido a él.Me sentí desfallecer al escucharla. ¿Habían capturado a un lobo vivo?—No deberíamos demorarnos aquí —dijo entonces una de las amazonas que me capturaran—. Al atardecer pasaron tres lobos hacia el norte. Dos negros y uno pardo. Venían con la nariz cont
Nos detuvimos al alba junto a un arroyuelo que bajaba de la colina. Estábamos cerca del linde del bosque, donde los árboles raleaban en el límite con tierras desiertas, secas, cubiertas de matas de hierbajos y arbustos achaparrados.Las amazonas desmontaron, y mientras los caballos abrevaban, se quitaron sus amplios mantos blancos. Entonces vi que los usaban doblados al medio, y que extendidos eran lo bastante amplios para improvisar toldos que podían atar a troncos o piedras para usar de tiendas.Olena y las amazonas que me capturaran se montaron una tienda con espacio suficiente para las tres, y en cuestión de minutos estaban durmiendo profundamente dentro. Las dos amazonas corpulentas que llegaran con Olena permanecieron despiertas, montando guardia y cuidando a los caballos.—Duerme allí —me dijo una, que ladraba más que hablar, señalando las sillas de montar bajo un árbol.No que tuviera demasiadas alternativas. Me acomodé como pude entre las raíces
**Esta historia es la continuación de Alfa del Valle**LIBRO 1Capítulo 1El amplio corredor que llevaba al salón de fiestas estaba adornado con primorosas guirnaldas de lunas crecientes entrelazadas con cintas azules y flores blancas, cuyo perfume se mezclaba con una multitud de esencias dulces que sólo hablaban de felicidad.La mano de madre en la mía era un contacto cálido, tranquilizador. A nuestras espaldas, Milo y Mendel se alinearon con sus compañeras, aguardando con una paciencia que me costaba compartir.—Mora te matará por esto —comentó Mendel divertido—. Te advirtió que no te casaras sin ella.—Por supuesto, lo pospondré seis meses sólo para darle gusto —repliqué revoleando los ojos, mientras madre a mi lado reía por lo bajo.En ese momento se abrieron las puertas del salón en el otro extremo del corredor y no precisé cerrarme para que el mundo a mi alrededor desapareciera, mis ojos cautivados instantáneamente por la figura que se erguía directamente frente a mí. Tras ella
Nos quedamos mirándonos, estremecidos de emoción, nuestras manos trémulas entrelazadas, nuestros corazones latiendo con fuerza, mientras el sacerdote decía algo sobre marido y mujer.Incapaz de contenerme, no esperé que terminara de hablar para alzar el velo y encontrar esos hermosos ojos purpúreos brillantes de lágrimas de felicidad como los míos. Risa alzó apenas la cara hacia mí, en ese gesto que, a solas, solía bastar para que comenzara a desnudarla.Se suponía que el beso era más bien simbólico de la unión de los cuerpos tanto como de las almas, pero apenas rocé sus labios de miel, me resultó imposible contenerme. Su boca se entreabrió para hacer lugar a mi lengua, y me echó los brazos al cuello cuando le sujeté la cintura para atraerla contra mí, mientras a nuestro alrededor todos nos aplaudían y vivaban.El pobre sacerdote se había hecho a un costado cuando tuvimos a bien dejar de besarnos, y guié a Risa de la mano hacia la tarima. Nos arrodillamos ante madre, que apoyó sus man
No había resultado sencillo explicar por qué Risa se negaba a dejar su habitación vecina a los estudios de las sanadoras. De no haber mediado la intervención de madre, que mandó a todos de paseo y dio orden expresa de que no metieran el hocico donde no los llamaran, mi pequeña se habría visto obligada a cambiarse a una habitación en el mismo nivel de la mía, más acorde a su nueva posición de prometida del Alfa.Pero con la complicidad de madre, Risa evitó mudarse y recuperamos la intimidad de la que gozáramos hasta el verano. La única diferencia era que ahora, en vez de bajar yo a verla, ella subía a mis habitaciones, donde pasábamos las noches juntos como antes. Y al amanecer, la despertaba para que volviera a bajar a vestirse para el día y saliera del dormitorio correspondiente.Creo que de no haber sido por eso, el día de nuestra boda la habría secuestrado apenas terminado el almuerzo, impaciente por estar a solas con ella.En cambio, no me resultó tan difícil tolerar con paciencia
Seguí besándola hasta saberla perdida en su placer y retiré un poco mi dedo, para sumar otro al hundirse en su vientre. Su cuerpo se tensó un poco, sin rastros de dolor físico, y el placer que le produjo la fricción más intensa hizo que su carne pulsara contra mis dedos.Sentí el tirón de mi ingle y el ramalazo de fuego en las entrañas. La deseaba tanto que dolía, pero jamás me arriesgaría a causarle el menor malestar por dejarme llevar por mi propia urgencia.De modo que volví a besar su pecho, su cuello, sus labios, mi mano moviéndose un poco más rápido entre sus piernas, disfrutando cada gemido, cada gesto, cada muestra de su placer. Sabiéndola perdida en mis caricias, me atreví a sumar un dedo más en su vientre, atento a su reacción.Su expresión se contrajo y un eco de dolor ensució su esencia, pero se disipó antes que pudiera apartar mi mano. Un momento después volvía a gemir, los brazos tendidos más allá de su cabeza, empujándose en la cabecera de la cama para impulsarse contra
El hábito me despertó cuando el cielo comenzaba a cambiar de color en el este, anunciando la tardía mañana invernal.Estaba tendido boca abajo en la alfombra frente al fuego, con Risa acostada a medias sobre mí, su brazo cruzando mi espalda, su pierna entre las mías, sus labios contra mi hombro. Apenas me moví, su mano me acarició con lentitud deliberada. Volteé la cabeza para enfrentarla y hallé sus ojos abiertos en las sombras que llenaban la… nuestra habitación.—Buenos días, mi señor —susurró sonriendo.—Si sigues llamándome así me echaré a llorar —dije devolviéndole la sonrisa, demasiado cómodo para moverme.—Buenos días, amor —dijo, adelantando la cara en busca de mis labios.Su beso me hizo olvidar mi comodidad en un abrir y cerrar de ojos. La tomé en mis brazos para volver a besarla, mi mano corriendo por su espalda a sujetar sus glúteos.—¿Por qué no puedo llamarte así? —inquirió ofreciéndome su cuello.—Porque me hace sentir que no sientes que eres mi igual —respondí, empujá