Quillan y Sheila estaban felices con la perspectiva de pasar unos días con su tía y sus primas. El problema resultó Malec. Cuando lo acomodé en la montura frente a mí y vio que sus hermanos nos despedían alegremente desde el camino, se echó a llorar desconsoladamente.
Intercambié una mirada con Risa, que apretó los labios y suspiró. Desmontó de su yegua y se acercó a mi semental para tomar a Malec en sus brazos.
—¿Qué ocurre, hijo? —le preguntó muy seria.
Malec se trepó a su hombro, tendiendo sus bracitos hacia los niños.
—¡Ki! ¡Se! —exclamó. Ésos eran Quillan y Sheila.
—¿Quieres quedarte con ellos? —le preguntó Risa, retrocediendo hacia Kaile, Briana y los niños.
—¡Ki, Se! ¡Mac! —Mac era como se llamaba a sí mis