La palabra quedó suspendida en el aire, una afirmación fría y plana que era una sentencia de muerte para todo por lo que habíamos luchado. El recipiente es la incógnita suprema. El que puede crear vida. El que puede crear un alma.
La sangre se me heló, un frío lento y reptante que no tenía nada que ver con el aire. Era un nudo duro y gélido de terror puro y sin adulterar. La amenaza ya no era una fuerza externa; era un objetivo. Estaba dirigida a mí. A nuestro hijo.
El brazo de Ronan se tensó alrededor de mí, su cuerpo una espiral de furia protectora pura. Ya no solo me estaba protegiendo; estaba protegiendo nuestro futuro. Se estaba enfrentando a un dios.
La muñeca Seraphina permanecía allí, una estatua perfecta y luminosa de una chica que no podía ver, una réplica perfecta de una chica que apenas conocía. Era un monstruo con el rostro de mi hija. Una herramienta de un dios. Era un arma de un dios. Y me estaba señalando.
Sentí la furia de Ronan, una oleada caliente y protectora de ra