El sonido de la puerta. El sonido de la puerta abriéndose. Era un tintineo bajo y rítmico, un sonido que no era realmente un sonido, sino una vibración que resonaba en lo más profundo de mis huesos. Era un reloj. Una cuenta atrás.
Lo sentí en los huesos, un zumbido grave y constante que estaba en perfecta sincronía con el pulso de la cápsula de estasis vacía en el búnker. La puerta se estaba abriendo. Estaba contando los segundos.
“Algo está pasando”, susurré, mi voz cruda, aterrorizada. “Es la puerta. Está haciendo la cuenta atrás.”
La cabeza de Ronan se alzó de golpe, sus ojos plateados abiertos de par en par con un miedo nuevo y afilado. Ya no estaba mirando a la manada, sino al espacio vacío entre las estrellas. Estaba mirando al vacío. Estaba mirando al enemigo.
La manada comenzó a agitarse, su miedo un aroma acre y penetrante, un veneno agrio en el aire. Ellos también lo sentían. Podían sentir la curiosidad fría y analítica del dios que estaba a punto de llegar. Ya no solo temía