El pensamiento no fue una palabra. Fue un destino. El portal es estable. La cosecha puede comenzar.
Era una señal enviada no a nuestro mundo, sino desde él. Una llave girada en una cerradura cuya existencia desconocíamos. Y en su estela, llegó una nueva presencia. No era una sola mente, sino mil. Mil conciencias frías, distintas y hambrientas convergiendo sobre nuestro pequeño planeta azul y verde.
Las sentí primero. Fue una presión, un peso inmenso y repentino en mi mente que hizo que mis rodillas cedieran. El brazo de Ronan fue lo único que evitó que me desplomara. Era un ruido psíquico, un estático invasivo y disonante que raspaba por dentro de mi cráneo. Era el sonido de mil pensamientos alienígenas tratando de hablar al mismo tiempo, una sinfonía caótica de conquista y curiosidad.
“La canción,” jadeé, mi voz apenas un hilo. “Está intentando sobrescribirla.”
La melodía unificada que habíamos creado en el patio, el hermoso y complejo tapiz de la historia de nuestra manada, estaba b