Nadia.-
— No me iré sin tu madre –responde con altivez, de reojo veo como mi madre lo mira con sorpresa aunque no dice nada.
— Si mi marido o yo te lo exigimos no puedes oponerte, esta es mi casa, iré a ver a Aleksi.
Decido alejarme y dejarlos en medio de las escaleras, al llegar a la casa de la piscina, los guardias me dan un asentimiento señal de respeto.
— ¿Cómo está? –pregunto con autoridad.
Ellos me responden, dándome a detalle el informe de cada conversación que Aleksi y mi madre han tenido, lo que me parte un trozo de mi corazón, son conversaciones banales, sencillas, como si fueran una familia normal y Aleksi no estuviera encerrado y vigilado como un delincuente, también sobre su enfermedad, lo que no debió ser fácil para ambos.
— Abran la puerta –entro con Emiliana en brazos, Aleksi se encuentra sentado en su cama viendo un programa de tv sobre autos de carrera, al ver sus ojos se abren, fijos en la pequeña que cargo.
— Hola –su voz me paralizó, ya no sonaba como la de