Emil.-
Estaba acostumbrado a la atención, los ojos puesto sobre mí y para ser sincero era una atención que disfrutaba, pero estaba preocupado por Nadia, aunque se crió en este mundo en este momento se encontraba desde una posición diferente, podía sentir como su piel temblaba ligeramente al sentirse observada por todos, especialmente por los hombres.
— Emil Kosta –salgo de mi burbuja cuando veo parado frente a mí a uno de los empresarios del medio oriente con el que he tenido negocios por dos años, veo como mira a mi mujer de arriba abajo casi salivando, este definitivamente quiere que le corte la lengua y se la haga comer poco a poco al igual que sus ojos.
— Ahmed –extiendo mi mano y con la otra bordeo la cintura de Nadia, pegándola a mi cuerpo –pensé que no ibas a poder venir.
— No me perdería nunca el nombramiento de mi socio –sonreí sin dejar de mirar el busto de Nadia, aunque no lleva un escote la tela que los cubre le dan una excelente forma, se ven igual de apetecibles, mi agar