Nadia.-
Aún podía sentir como los oídos me zumbaban por los disparos, el corazón casi me saltaba del pecho, la adrenalina recorriendo mis venas.
— ¿Niña de verdad estás bien? –Lina preguntaba con los ojos llenos de terror. – ¡Nadia, para!
— Estoy… bien, fue una explosión de adrenalina amiga, me hubieses visto disparándole a esos idiotas –ni yo sé porque sonaba tan emocionada cuando fácilmente estuvimos a punto morir de haber ido en esa camioneta. – ¡Wow! –Lina me miraba sorprendida.
— ¿Parece que lo disfrutaste? Considerando el objetivo de lo que pasó. –me miraba pestañeando sin poder creer mi reacción.
— Sí bueno ¿quién se atrevería a atacar al dragón en su propio territorio? –digo ahora un poco más calmada. –debe ser alguien muy estúpido.
— Sin duda, escuché a Emil pedirle a Desmond que buscara al Alcalde
— Sí, ese hombre no me cayó para nada bien. –me siento sobre la cama. – ¿Crees qué? –Lina se sienta a mi lado encogiéndose de hombros.
— Puede ser, a veces ese tipo de hombres juega